Aflicciones, por Rab. Simon Moguilevsky

Un discípulo se quejaba ante su Rabí por las aflicciones que estaba sufriendo. El maestro le refirió la siguiente historia:
Un hombre muy rico acusó a uno de sus empleados de robarle, a pesar de que protestara su inocencia, fue llevado ante un juez, y aunque la evidencia era muy endeble, el juez se inclinó por el rico y ordenó que el empleado restituya lo robado. El empleado adujo que no tenía el dinero, y el juez ordenó que lo castiguen con 25 latigazos.
Un tiempo después, el verdadero ladrón fue capturado, y el empleado le hizo un juicio al empleador por el castigo recibido. El juez ordenó una compensación de 100 rublos por cada latigazo recibido. Entonces, el empleado le dijo al juez: “¿Por qué me castigó solamente con 30 latigazos?, si hubiera recibido cincuenta, hoy sería una persona rica”.
-Ahora, dijo el rabí, te quejas de tus aflicciones. Espera el Día del Juicio, y verás cuánto beneficio tendrás por haber sustentado estos sufrimientos. Entonces desearás haber sufrido más todavía.

REZOS RÁPIDOS Y ESPACIADOS
Un adepto de Kotzk y otro de Jabad discutían respecto al tiempo que hay que dedicar a la oraciones. El primero decía:
-Si tuvieras una huerta, para evitar que entren animales construirías una sólida valla, casi sin ranuras, pues si dejas un espacio grande entre las ranuras, los animales pueden encontrar la manera de introducirse y comer las hierbas. Por eso nosotros rezamos rápido, sin intervalos de meditación, como hacen ustedes, para que el instinto malo no encuentre forma de introducirse en nuestros pensamientos.
El adepto de Jabad le respondió:
--Todo lo que dices está muy bien, pero qué pasa si construyes la valla y dentro del huerto hay un animal. Una sólida valla lo va a dejar atrapado. Por eso es mejor dejar un espacio mayor entre las ranuras, para sacarlo afuera. Muchos tenemos en nuestro interior al instinto malo, y si no hacemos una pausa y meditamos durante nuestras oraciones, no hay manera de expulsar al instinto malo de nuestros pensamientos.

POR UNA SIMPLE TRANSGRESIÓN
Un Shojet se presentó ante rabí Israel Salant, y le dijo que quería renunciar a su puesto, porque no podía aceptar la responsabilidad de su cargo.
-Si me equivoco, piense, rabí, cuánta gente ingeriría comida impura sin saberlo.
-¿Y de qué vas a vivir?
-Pienso ser un comerciante.
Rabí Israel se levantó y mirándolo fijamente le dijo:
-Comer alimentos que no son kosher es una pecado muy serio, pero constituye una sola transgresión. Pero en el comercio, uno se expone a varias transgresiones: la de no robar, no codiciar, no engañar, no mentir, no jurar en falso, etc.¿Por qué tienes menos miedo de violar esos preceptos, que un error ritual, que comprende una sola transgresión?

UNA LÁMPARA PARA LOS PIES
Una mujer vino a lo del Rabí de Beltz para pedirle que le cure los pies que se le habían hinchado y los médicos no conseguían curarla. Como la sala de espera estaba llena, y no podía entrar, le pidió a la esposa del Rabí que le haga llegar su pedido al marido. La esposa del rabí le dijo que encienda un vela adicional la víspera de Shabat, y así se curaría. Unas semanas después, la mujer vino a lo del rabí y le relató cómo se curó, gracias al consejo de su esposa.
El rabí le preguntó a su esposa de dónde había sacado esa idea de agregar una vela la víspera de Shabat para curarse, y ella respondió:
-Muy simple, en el Libro de los Salmos está escrito: “Lámpara es a mis pies tu palabra”(Salmo 119,105). Dado que la Torá (la palabra) puede curar, pensé que agregando velas de santidad, podrían producir la cura de sus pies.


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